miércoles, 2 de junio de 2010

No marques las horas
Ya no hay tiempo.
o
Era un gran reloj de pared, redondo, dorado, con números negros y manecillas que terminaban en un dedo índice estirado. Ahora se encuentra despedazado en el suelo. Creo que simplemente no pudo seguir la incesante cuenta de los días y algo en su interior explotó. El minuto seis se quedó colgado del siete, justo antes de caer. Las tres manecillas se esparcieron formando un triángulo escaleno, los resortes se dividieron en pequeños círculos concéntricos y los sesenta segundos se escurrieron sin orden cronológico a través del cristal. Cayeron, uno sobre otro, tratando desesperadamente de formar ese último minuto.
o
Era de esperarse: en el hueco que dejó la explosión podía verse el engranaje aún funcionando. No se detuvo porque ya estaba quieto. Es una maquinaria perfecta que gira sin descanso pero no va a ningún lado.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me lo vas a leer, di que si!

Publicar un comentario